Pasan unos minutos de las nueve. Hace un rato he puesto la radio mientras desayunaba y ha ocurrido algo que me ha hecho recordar esa famosa frase que tan a menudo repetía un amigo: La verdad está en la tele. O en la radio, o en la prensa... en los medios, vamos. Escuchaba hablar a Ángels Barceló con sus contertulios y ha ocurrido algo que ha terminado con el sueño que aún restaba en mis somnolientos párpados. Hablaban de un tema cualquiera, y encontes la periodista de sobrada experiencia ha soltado la pregunta
¿Entonces os parece que esto es un adornamento?
¿Mande?, he replicado sin dudar. ¿Adornaqué? Esto es lo que se nos viene encima, amigas y amigos: La invención de palabras inexistentes que muy pronto formarán parte de nuestro acervo cultural y, sin duda, serán admitidas por la RAE en un ejercicio de progesismo. ¿Qué es eso de adornamento? Muy sencillo. Es algo a lo que más nos vale acostumbrarnos, porque no va a parar de repetirse cada vez con mayor frecuencia en muchos medios de comunicación y, con el tiempo, en los labios de nuestros propios vecinos. Se trata de una castellanización de un término catalán. Ángels, como hacen muchas personas, transforma sin querer la palabra adornament directamente al castellano, lo cual no es correcto. Lo que más me ha llamado la atención es que a nadie de entre sus contertulios le ha rechinado el término, que ha sonado muy claro y muy alejado del correcto adornamiento. Y Ángels tan pancha. En fin... que más vale prepararnos para no llevarnos sustos. Yo ya estaba sobre aviso, pues pasé mucho tiempo llamándole la atención a una buena amiga residente en Cataluña que, muy a su pesar, hacía a menudo lo mismo. Al final, como se ve, el escaso estudio del castellano en Cataluña nos pasará factura a todos.
E.C.