11 octubre 2006

Querido amigo intermitente:

Te escribo esta carta desde la nostalgia de un tiempo perdido. Cada vez te veo menos; te muestras poco y a veces, incluso a destiempo. Hubo una época en la que te usábamos todos, en que eras una costumbre bien enseñada, aprendida y utilizada, en que llenabas la calle y la carretera de alegres luces naranjas. Señales simpáticas y generosas que nos unían en un acto prudente y desprendido de aviso y respeto, de atención y diligencia. Algún despiste había, pero poca cosa la verdad.
Ahora corren otros tiempos. Y mucho. Lo más cómodo y moderno es no utilizarte, cada cual a su aire. Cambiar de carril o salir por un ceda el paso, sin cederlo, por supuesto, y sin bajar o subir la palanquita correspondiente que te activa, claro. Hay muchas ocasiones en que parece recomendable incluso evitar usarte, no vaya a ser que otros conductores reconozcan la intención y no dejen pasar o cierren el paso.
En contrapartida hay conductores que te emplean continuamente, sobre todo tu perfil izquierdo. Son aquellos que te ponen permanentemente para reclamar el carril libre y así poder ellos circular a mayor velocidad e ir adelantando a todos los demás. En un auténtico alarde de prepotencia, se sitúan detrás de otros vehículos, pegados, para que al ver por el retrovisor su intermitente (impertinente en este caso), se les deje el paso libre cuanto antes.
[...]
La ley del mínimo esfuerzo se impone, y así te ves ignorado incluso por los agentes de la autoridad quienes, en numerosos casos, te olvidan también en un acto sin par de modernización de costumbres. Pienso que todo esto responde a un reflejo de la sociedad actual, en la que prima el propio beneficio, y rápido. El “vivir y dejar vivir” mal entendido.

Desde la añoranza, un usuario que te quiere, te valora y que, por cabezonería, te sigue utilizando. Hasta el final."
Carlos Martín
- texto facilitado por B e n -
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lo más aburrido de los idiotas al volante es que son tan previsibles...

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