22 enero 2007

Mis perritos (III)

Dolly... ¿de verdad pudiste creer que no iba a hablar de ti? Es inevitable, querida amiga, porque con apenas unos meses me enseñaste algo sobre mí mismo que jamás había sido capaz de comprender. A menudo me preguntaba cómo era posibe que para mí fuera más fácil y agradable el contacto con los animales que con las personas. De ti aprendí la sencilla respuesta: es así porque los animales sois incapaces de mentir. Algunos dirán que eso es lógico, pues tampoco sois capaces de hablar, pero a ellos les confesaré que las peores mentiras de mi vida no me las dijeron hablando. Pronto aprendí de mis padres y el televisor que cuando escuchas a alguien o lees un escrito, puedes estar ante una mentira. Así dejé atrás una parte de mi infancia y salí al mundo pensando que estaba preparado para no caer en ningún engaño. Me equivocaba. Fue la vida la que me enseñó que las peores mentiras llevan forma de besos, de abrazos, caricias, manos entrelazadas en largos paseos y pies calentando tus pies en noches de invierno. Los animales jamás mentís con vuestro cariño, ¿verdad, Dolly? No sé si es así porque no sabéis mentir o porque, conscientes de que la mentira inunda ya el mundo, decidís no hacerlo por pura cortesía. Pero no me importa la razón, sino el hecho de saber que cuando me ves llegar y mueves el rabo, te vienes junto a mí y agachas la cabecita para que te acaricie, buscas de verdad mi cariño y no formas parte de una mentira. Y por eso tu hogar es la protectora, Dolly, aunque espero que tú nunca lo comprendas. Por eso te devolvió a nosotros aquella familia que te adoptó hace tiempo. Les duraste una semana. Decían que no te adaptabas, que eras demasiado tímida, que te escondías bajo las camas y no querías salir. Jamás comprendieron que el cariño que tú les ibas a ofrecer era auténtico, pero que el amor sincero no se da así como así, a cambio de una chocolatina o unos besos en la barra de un bar. El amor sincero, el que tú quisiste dar, se otorga con el tiempo y la reflexión, madurándolo y dándole forma día a día. Pero no te dieron tiempo, Dolly, y no voy a decir que me dé pena, porque así seguirás con nosotros, dándonos esa ternura que derrochas con tus ojillos pardos. Pero un día alguien te dará tiempo para ser y para amar, estoy seguro. Alguien recibirá ese cariño pausado y verdadero como el mejor de los tesoros. Tengo esperanza en que te pase, Dolly, porque también la tengo en que algún día me pase a mí.

Enrique Cortés (Protectora de animales www.fielamigo.com)

2 comentarios:

Amada_Tierra dijo...

Las personas que tienen mejor corazón son las que más tardan en conseguirlo.
No desesperes, amigo, aún no es tarde.
Aún hay tiempo.
Todavía...

Anónimo dijo...

has puesto el dedo en la llaga

tu post me ha hecho recordar una gran frase de Ortega:

"el ser humano es el único animal que bebe sin sed y ama sin tiempo"

aun así, hablas sobre todo de un tema: ahora empiezo a comprender por qué METeoro y tú insistíais el sábado en perderle el respeto a los SÍMBOLOS: detrás de algunos se esconden grandes MENTIRAS. El proceso libertario -empeño vital- requiere entre otras cosas que sometamos a la luz de la crítica todo el material recibido. No para destruirlo por completo, para hacer tabla rasa, sino para CRIBARLO

para separar el grano de la paja

el símbolo que engrandece, que eleva,

del embuste que embrutece

n a c o